Carta de Pedro J. Ramírez, director de El Mundo: «Tomorrow belongs to you»

  • PEDRO J. RAMÍREZ
  • 22/09/2013

La Cataluña nazi del Tomorrow Belongs To MeTomorrow belongs to you

Sí, es cierto, Anna, 12 años, que «cae un sol de estío sobre la pradera y los ciervos corren libres por el bosque, pero se reúnen para dar la bienvenida a la tormenta».

 

Sí, es cierto, Sergi, 14 años, que «la rama del tilo es frondosa y verde y el Rin –o el Llobregat o el Segre– lleva su oro al mar, pero en algún lugar la gloria espera invisible».

 

Sí, es cierto, Estel, 13 años, que «la flor abraza a la abeja pero pronto dice en un susurro: levántate, levántate».

 

Por eso os habéis puesto en pie, habéis unido vuestras manos a las de vuestros mayores y habéis respondido todos juntos a la llamada: «Patria, patria, muéstranos la señal que nuestros hijos esperan ver».

 

Desde que, embutidos en vuestras camisetas amarillas, os convertisteis en eslabones de la cadena humana del 11 de septiembre sabéis que «el mañana» os «pertenece» y que nada podrá interponerse ante la determinación de cumplir vuestro destino colectivo como pueblo. Es un sentimiento tan noble y henchido de idealismo como el que experimentaban aquellos muchachos de las camisas marrones en la escena del merendero de Cabaret. Si el plano se fuera cerrando, la cámara mostraría las banderas esteladas tiznadas en vuestras párvulas mejillas con el mismo candor con que en la película se detiene en el ancestral símbolo hindú grabado sobre fondo rojo en los brazaletes de aquellos sanos muchachos alemanes.

 

No estoy identificando a los niños catalanes movilizados durante la Diada, y utilizados luego por TV3, como prueba de la profecía autocumplida de la inmersión lingüística y la educación en el odio a España, con los miembros de las Juventudes Hitlerianas, la mayoría de los cuales, por cierto, nunca rompió un plato. Vivimos en otro mundo, en otro momento histórico. Pero sí quiero argumentar que sus padres están legándoles un problema existencial similar al que tenían los jóvenes en la Alemania de los años 30.

 

Soy consciente de que me adentro en arenas movedizas pues es muy difícil ver una esvástica sin escuchar enseguida esa música de Wagner que invita a invadir Austria ni pensar que siempre que se empieza por ahí, se termina gaseando judíos. Pero el hecho de que la hermosa canción, introducida en Cabaret como remedo del himno patriótico Die Wacht am Rhein–La Guardia del Rin–, haya sido percibida muchas veces como una apología encubierta del nazismo, permite separar el principio del fin de aquella historia.

 

De igual manera que hay tormentas que se deshacen en la atmósfera antes de llegar a descargar un solo rayo, no todo lo que comienza mal tiene que desembocar en tragedia. Precisamente es la ambigüedad del problema del nacionalismo –siempre se ve sólo la paja en el ojo ajeno– lo que permite que Tomorrow belongs to me, escrita por dos homosexuales judíos como John Kander y Fred Ebb, haya sido interpretada por grupos supremacistas como Screwdriver, desligándola por completo del contexto histórico de la película. Y es obvio que por repudiable que parezca creer en la superioridad de una raza o de una comunidad lingüística sobre las demás, esto queda muy lejos de ser responsable de crímenes contra la humanidad.

 

El corazón del debate que nos ocupa ha sido perfectamente identificado por el portavoz de la Generalitat al anunciar que el CAC, o policía de lo audiovisual en Cataluña, va a investigar los contenidos en los que se «compara» la ideología nacionalista con la de los regímenes totalitarios. El error de Homs es dar por hecho que se trata de «mentiras y difamaciones… del todo intolerables», sugiriendo que habrá que afrontar el problema mediante la denuncia y no mediante la evaluación de si tienen razón. Sería desde luego un honor figurar en un catálogo que incluiría a algunos de los grandes intelectuales del último siglo, desde Lord Acton a Vargas Llosa, pasando por Hannan Arendt, Raymond Aron o Isaiah Berlin.

 

Precisamente éste último, el pensador que más ha profundizado sobre el sentido de la libertad, detectó los cuatro ingredientes que conectan esa «inflamación patológica de la conciencia nacional herida» que para él es el nacionalismo con los totalitarismos; y lo convierten en un «remedio» sumamente «peligroso». Es muy conveniente repasarlos y preguntarse tanto si son de aplicación a lo que está ocurriendo en Cataluña como si reflejan también las ideas dominantes en el resto de España.

 

Berlin definió el primer elemento de esa patología como «la convicción de que los hombres pertenecen a un determinado grupo humano cuya forma de vida difiere de la de los otros; y que los caracteres de los individuos que lo componen están moldeados por el grupo y no pueden ser entendidos al margen del mismo». Es lo que Vargas Llosa resumió como «la tribu», incluido el estereotipo de que hay tribus trabajadoras y eficientes y tribus holgazanas y manirrotas.

 

El segundo ingrediente es «la pauta de que la vida de una sociedad es similar a la de un organismo vivo y todo lo que necesita cumplir para desarrollarse adecuadamente son objetivos comunes de carácter supremo que prevalecen en caso de conflicto con otros valores, porque sólo de esa manera podrá evitarse la ruina o decadencia de la nación». ¿Qué otra cosa se deduce de una mentalidad en la que en Cataluña sólo se es alguien en tanto que se es un buen catalán porque, según Pujol y Junqueras, si no fuera así «desapareceríamos»? Para ellos perder la cohesión identitaria equivaldría a ser engullidos por una grieta abierta en la tierra o a desvanecerse en el éter. De ahí deduce Berlin que para esta gente «la unidad esencial en la que la naturaleza humana se realiza plenamente no es el individuo sino la nación».

 

En tercer lugar «esta perspectiva implica que la razón más apremiante para mantener una determinada creencia, aplicar una determinada política, servir a un determinado fin, vivir una determinada vida es la de que esas creencias, políticas, fines y vidas son las nuestras». Es decir que no hay valores universales, ni derechos humanos inalienables, ni elementos de objetividad al aprender la Historia, ni factores prácticos en la inmersión lingüística o la rotulación de los comercios. «Esas reglas deben ser seguidas porque son las de mi grupo, al margen del cual sólo soy una hoja, una ramita desgajada del único árbol que puede darme la vida». Un botifler, un traidor, un Boadella cualquiera, vamos.

 

El cuarto y definitivo ingrediente es el de que «el nacionalismo en su estado más avanzado ha llegado a una situación tal que si la satisfacción de las necesidades del organismo resulta incompatible con los objetivos de los otros grupos… no queda más remedio que obligarles a doblegarse». Sabemos que esto es precisamente lo que los separatistas alegan respecto al imaginario yugo español. Pero basta ver cuál es la realidad institucional de la Cataluña autonómica, fruto de un pacto constitucional avalado abrumadoramente por todos los españoles, catalanes incluidos; basta ver dónde está la amenaza de romper de forma unilateral el statu quo; y basta ver quién está pecando de debilidad y tibieza al renunciar a aplicar las normas previstas para atajar la deslealtad de los gobernantes de una comunidad autónoma.

 

Las últimas declaraciones de Mas alegando que, en contra de lo que dicen los tratados, una Cataluña independiente seguiría en la UE porque sus dirigentes «ya se ocuparán de no hacerse daño», indican que en su mesiánica huida hacia adelante no sólo piensa «doblegar» a España sino también a Francia, Alemania, Italia o el Reino Unido. Y la línea de repliegue para espíritus menos audaces, según la cual «en todo caso Cataluña estará dentro del euro», demuestra que si el nacionalismo catalán reúne los cuatro ingredientes del «remedio peligroso» de Isaiah Berlin, sus actuales dirigentes practican ya sin escrúpulos los 11 principios de la propaganda de Goebbels.

 

Qué manera de mentir a la gente. Una cosa es que pueda haber euros dentro de Cataluña y otra muy distinta que Cataluña pueda estar dentro del euro. La diferencia reside, nada menos, en que sus entidades financieras tendrían vedado el acceso a la liquidez del BCE. O sea que esa Cataluña estaría tan dentro del euro como el Ecuador de Correa está hoy dentro del dólar.

 

Según Berlin la levadura que activa los cuatro ingredientes tan destructores como autodestructivos del nacionalismo es siempre «un grupo de personas en pos de un foco de lealtad» y en definitiva de «una base de poder». La indiscreción del presidente de la Diputación de Barcelona sobre lo que el Rey le dijo el año pasado ha servido para desvelar hasta qué punto el jefe del Estado tiene calados a los líderes de CiU y Esquerra y a los medios de comunicación que ellos pagan para «sacar a la gente a la calle con engaños».

 

Cualquiera puede ver que los resortes que emplean para hacerlo son una fiel trasposición de las consignas del ideólogo del Reich: «adoptar una idea única (Cataluña es una nación) y un único símbolo (la senyera)»; «individualizar al adversario en un único enemigo (España)»; «cargar sobre él los propios errores o defectos (España nos roba)»; «convertir cualquier anécdota en amenaza grave» (los vuelos rasantes de aviones militares, la irrupción violenta de ultras en Blanquerna); «repetir una mentira lo suficiente hasta que acabe convirtiéndose en verdad» (Cataluña perdió su independencia en 1714); «llegar a convencer a mucha gente que piensa ‘como todo el mundo’, creando una falsa sensación de unanimidad» (el mosaico del Nou Camp, la cadena humana). Nada de esto pasa de forma significativa en el resto de España.

 

Si durante más de tres décadas el nacionalismo ha inoculado este virus, estimulando su propagación desde las instituciones públicas, los colegios, la radio, la televisión y los periódicos, no es de extrañar que la infección alcance ya a una parte importante de la sociedad catalana. La pregunta que ahora hay que dirigirles por igual a los próceres catalanes que han mirado para otro lado y por supuesto al presidente del Gobierno de España que sólo practica el lenguaje del silencio, es la misma que Michael York le hace al aristócrata alemán que le acompaña al merendero: «¿Sigues creyendo que les pararéis los pies?».

 

Sea cual sea la respuesta, lo que no tiene ya vuelta de hoja es que gran parte de los individuos que componen esas generaciones de catalanes, programadas para servir al nacionalismo, no serán capaces de sustraerse al lavado de cerebro y al determinismo uniformador al que han sido sometidos. Crecerán, vivirán y morirán jibarizados por y para la reivindicación de que la nación catalana se convierta en un Estado independiente de España, al coste que sea. Y eso en la era de la globalización, de la dilución de la soberanía, del mundo sin fronteras, oscila entre lo grotesco y lo terrible.

 

Sí, es cierto que los ciervos, los bosques y las flores están ahí a vuestro alcance y que sois los guardianes de los ríos que acarrean el agua del futuro. Tomorrow belongs to you, Anna, Sergi, Estel. Pero vais a convertiros de niños en adultos sin ser conscientes de los dos problemas que lleváis en la mochila. El primero es que lo único peor que la derrota de vuestra causa sería su victoria. El segundo, la putada que os han hecho vuestros padres.

 

pedroj.ramirez@elmundo.es

 

Siga todos los días el Twitter del director de EL MUNDO en: twitter.com/pedroj_ramirez

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5 respuestas a Carta de Pedro J. Ramírez, director de El Mundo: «Tomorrow belongs to you»

  1. Felipe Rey de España Yá dijo:

    No creo los catalanes se atrevan a llegar hasta el final en sus deseos de independencia. Como dice Llongueras, «pedir la independencia de España es un grandísimo disparate» Y los catalanes son demasiado inteligentes para cometer semejante locura.

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  2. Salvador Mas Santiago dijo:

    Vaya diarrea mental camuflada de cinismo. La frustración que arrastras por ser fallidos nazis la quieres proyectar en los niños catalanes. Si sois hijos de los que se deshacían en baba por aparentar ser nazis como los de hitler y no llegabais mas que a ser monigotes con los que probar armamento nazi alemán .
    Lo lamentable es que ese auto-odio de inepto lo intentáis proyectar con la creencia que así os laváis las miserias que os son propias y substanciales, heredadas de siglos de violencia, exterminio y opresión.
    La verdad es que vuestro futuro no lo quiere nadie, vuestro presente una horrible mentira y vuestro pasado una historia de mortandad para no desearla ni a niños ni a nadie en el mundo.
    VERGÜENZA y CONTRICIÓN es lo que os falta; complejos de inferioridad constatada mas envidia reconocida y odio al prójimo lo que os sobra.
    No sabéis ser ni seductores ni compañeros, como mucho llegáis a ser acaparadores, opresores,ventajistas sin gloria ni grandeza.
    Vaya: garrapatas que no son nada sin chupar la sangre ajena.
    Ejemplo para los niños si lo sois: de aquello que no se ha de ser ni desear.

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  3. Joan dijo:

    Felicito a este senyor (si se puede llamar senyor) por su gran inteligencia que para lo único que le sirve es para decir falsedades y crear odio entre ciudadanos a los que, él, llama españoles y a los cuales destruye su mente para atraerlos a una historia de violencia, exterminio y genocidio cultural.
    La frase siguiente lo dice claramente «Vigila como dices las cosas porqué los intolerantes (torturadores, violentos, ..) con su propaganda haran creer que el intolerante eres tu». Este es el objetivo de este senyor, conseguir hacer creer lo contrario de lo que es realmente.
    La frase que tienen Ustedes en su propia web les define bién «El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad.» Albert Einstein
    El nucleo intelectual, político, financiero y medios de comunicación de Madrid no solamente no la permiten, sinó más bién alientan la maldad para destruir a los que les van en contra suya, para no perder su sillón dentro de esta gerarquia emfermiza y decadente Madrileña, chupopteros de toda España en todos los sentidos. Lo que mas os «jode» es que sabeis perfectamente que los demás tenemos toda la razón, principalmente los catalanes y desde hace siglos.

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    • mirdig dijo:

      Publico este comentario de este catalanista típico. Incluso se niega a usar la eñe.
      No das ni una, Joan. Redactas fatal. Aprende el español, pero úsalo en otra parte.
      En mi blog te ruego que no insistas.

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